Espero.
La plaza está llena de liceanos. En todos los rincones y banquitas se ven los uniformes. Blanco, gris y azul marino por todas partes. Muchos fuman, coquetean, se pasean con lentes oscuros entre los distintos grupos que se formaron.
Hay una expo de fotos, que he visto a pedazos en otras ocasiones. Ahora tengo tiempo para recorrerla entera.
Un ciego cruza la plaza y casi choca con los paneles de fotos.... lo encamino.
Un señor me mira detenidamente... podría ser mi papá, y me da asco.
No me gusta imaginar a mi papá mirando a niñas en la plaza.
Hay varias parejas sentadas.
Muchos estudiantes.
Carabineros parados cada ciertos metros.
Unos tipos caminan detrás mío, y recorren la expo junto conmigo.
Miles de fotos de Chile.
Me encanta mi país.
Chile es un país herido, con hermosos paisajes, con personajes notables.
Me gustan, me emocionana y me llenan de orgullo las figuras de Violeta, de Víctor, de Nicanor, de Neruda, de Gabriela Mistral.
Esa gente que ha amado tanto su tierra.
Ya se me terminaron las fotos, y me voy a sentar a una banquita.
Hay una pareja de colegiales que conversa.
Un hombre con un carrito con todas sus pertenencias está tendido en un banco haciendo un puzzle.
Al lado mío hablan unos amigos que al parecer no se ven hace mucho tiempo.
Se ven banderas que se mueven con el viento.
En la esquina opuesta está el edificio de no-se-qué ministerio. Es bonito. Tiene un reloj que me avisa que ya ha pasado mucho tiempo.
Pero sigo esperando.
Suena el teléfono cada cierto rato para pedirme que siga esperando. Y sigo.
Se pasea gente con corbatas.
Las micros pasan continuamente metiendo bulla.
Pasan los tipos que recorrian la expo conmigo.
Una colegiala con toda la cara manchada con lápiz labial se me acerca a pedirme un espejo.
Se acerca a la pareja de colegiales que ya no conversan y están abrazados, y los interrumpe para pedirles espejo. La niña le pasa uno.
Un tipo me pide fuego.
No tengo.
Voy a caminar un rato, esperando la llamada que me diga "Ya voy".
Me compro un chocolate y un paquete de pañuielos desechables.
Tengo mucha alergia y me siento mal.
Estoy cansada.
El teléfono no suena y me da miedo de que no reciba las llamadas, como tantas veces pasa.
Maldito teléfono.
Mejor me devuelvo por si llega, para que nos encontremos donde habíamos acordado.
Mientras camino veo a un hombre acomodando un saco de dormir bajo el techo de un edificio.
Cuando llego a la plaza, mucha gente ya se había ido.
El mendigo ya había termiando el puzzle.
Miro un vez más las banderas, el reloj en el edificio, un perro que pasa.
Al fin se acabó la espera.
